TSAO-FU APRENDE A CONDUCIR: Tsao-fu se hizo aprendiz de un famoso auriga de carros cuya habilidad era legendaria. Durante muchos años, Tsao-fu sirvió a su maestro humildemente, pero no recibió ninguna enseñanza. Esto no desanimó al aprendiz. De hecho Tsao- fu mostraba cada vez más respeto y diligencia en atender las demandas de su maestro.

Finalmente, impresionado por la sinceridad de Tsao-fu, el maestro auriga dijo a su discípulo: «Los antiguos dicen que un maestro constructor de arcos empieza haciendo cestas y que un maestro herrero empieza haciendo martillos. Obsérvame ahora cuidadosamente. Si puedes obtener el mismo estado de cuerpo y espíritu en el que estoy, serás capaz de conducir un carro»

«Seguiré tus instrucciones cuidadosamente» -respondió Tsao-fu.

El maestro tomó entonces varios postes, suficientemente recios para que pudieran mantenerse en pie y los hundió en el suelo. Los postes estaban dispuestos a un paso de distancia entre sí. A continuación, el maestro auriga saltó a uno de los postes y caminó de uno a  otro, yendo entre ellos con rapidez y toda facilidad.

«Practica el correr sobre los postes – le dijo a Tsao-fu-, y cuando tengas un completo dominio de esta práctica te daré más instrucciones.»

A los tres día Tsao-fu fue capaz de correr sobre los postes sin tropezar ni caerse. Su maestro hizo un gesto de asentimiento diciéndole: «Eres ágil y aprendes rápido. Permíteme ahora que te hable de la conducción de un carro. Todos los aurigas deben empezar aprendiendo cómo correr sobre los postes. Aunque te parezca que estás entrenándote a ser ágil en el andar, en realidad estas entrenando a tu cuerpo a responder a las órdenes de tu mente. Esta es la clave de conducir un carro.

«Tensar y liberar las riendas estarán en armonía con tu intención. Si tus dedos y tus palmas de tus manos responden de forma natural a tu voluntad, podrás transferir tu intención directamente a cada caballo de la cuadriga. Esta responderá a la más mínima retención o aflojamiento en cualquier dirección, y podrás guiar el carro hacia delante o hacia atrás y girar a la izquierda o a la derecha sin ningún esfuerzo. Tu cuerpo responde a tu mente, las riendas responden a los movimientos de tu cuerpo y los caballos responden a la presión de las riendas. De esta forma, sin gastar ninguna energía, puedes conducir un carro durante largas distancias sin sentirte cansado. Cuando esto suceda, sabrás que has dominado este arte».

Después de una pausa el maestro continuó: «Permíteme ampliar lo que acabo de decir: cada caballo que tira del carro tiene un bocado y una brida. Así la sensación del movimiento del caballo es comunicada a través del bocado a la brida, y de la brida a las riendas, de las riendas a tus manos, de tus manos al resto de tu cuerpo y de tu cuerpo a tu mente. Cuando comunicas tu intención a los caballos, se trata simplemente de esta secuencia de órdenes al revés. Por tanto, con sólo tu intención puedes controlar tu cuadriga y obtener señales de los movimientos de los caballos. De esta forma puedes conducir sin servirte de los ojos y nunca necesitas utilizar un látigo. Cuando tu mente está clara y tu cuerpo relajado, puedes controlar seis bridas sin confusión y veinticuatro cascos pisarán donde tu quieras. Entonces, las ruedas de tu carro girarán hacia delante y hacia detrás, hacia la izquierda y hacia la derecha con precisión y control. Podrás conducir por pistas de montaña con la misma facilidad que por terrenos llanos. Tu conducción será exactamente igual tanto si tus caballos marchan al borde de un precipicio como si corren sobre praderas en llano. Esto es todo lo que tengo que enseñarte, ¡así que recuérdalo bien!».

La agilidad del cuerpo y la tranquilidad de la mente son los requisitos para que la intención se comunique de forma natural. Un cuerpo rígido cuyos miembros no cooperen entre sí no pueden responder a la intención por muy clara y tranquila que esté la mente. Del mismo modo un cuerpo ágil actuará únicamente con confusión si la mente no está en calma.

En consecuencia, para alcanzar el máximo nivel de cualquier capacidad, tanto el cuerpo como la mente deben entrenarse de forma simultánea».

Fuente: Lie-Tse. Una guía Taoista sobre el arte de vivir.

«Quien tenga oídos para oír, que oiga;

quien tenga ojos para ver, que vea». Mateo 13:1-9